
“También la lluvia”. El cine dentro del cine. Un tipo de película que a mí me atrae particularmente y que no todos los directores han sabido desarrollar con acierto. A mi modo de ver se requiere de un talento especial para salir airoso de un proyecto así. Como ejemplo a recordar: “La noche americana” realizada por Francois Truffaut, un director emblemático dentro de la cinematografía francesa.
El film que hoy quiero comentar lo ha llevado a cabo nuestra joven directora Icíar Bollain, con un estupendo guión de Paul Alberty, colaborador asiduo del director británico Ken Loach, y que además es el compañero sentimental de la autora.


En “También la lluvia” da un salto cualitativo considerable. Del ambiente intimista de los anteriores pasa a enfrentarse con una producción importante, con un buen número de actores y muchos extras, rodada en otro continente, el americano, y con escenas de difícil realización (algunas de ellas impresionan por su crueldad).

La codicia y la crueldad de los colonizadores no pueden quedar mejor reflejadas.
Este rodaje se complica con la protesta generalizada y violenta que explota en la ciudad de Cochabamba en el año 2002 -que fue llamada “la guerra del agua”-, ante un Gobierno que ha entregado la explotación de este recurso a una multinacional extranjera que establece sus condiciones leoninas y pretende elevar el coste del agua en un trescientos por ciento, y que no permite siquiera que la gente humilde pueda canalizar el agua de la lluvia. Este fue un hecho real y provocó que la población indígena se echara a la calle resistiendo valientemente a presión del ejército, consiguiendo crear en la ciudad un auténtico caos que obligó al Gobierno a retroceder en su decisión.

Es decir, que “siempre llueve sobre mojado”.
Y refleja, además, las historias y los caracteres del productor, director, y actores incluidos en el propio guión, acercandolos y humanizándolos ante el espectador y a su vez ampliando la visión de conjunto.
Únicamente me queda por comentar que el final parece un poco apresurado, como si conviniera no alargar el metraje, pero la película merece verse y deja ese regusto agridulce de la reflexión que una directora inteligente ha sabido provocar.
¡No se la pierdan!
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