
La siguiente reflexión se basa, de una forma general, en la percepción de los dones que nos adornan, como se decía antaño, y sus opuestos. Pero, ¿quién es capaz de inventariarlos con ecuanimidad, lealtad a sí mismo y al prójimo? Y si es difícil este recuento, que no nos busquen para identificar sus contrarios. Todos somos conscientes de esos defectos que a partir de cierta edad tratamos como viejos amigos y algunos, en un alarde de camaradería, llaman «genialidades.» A mí me gustaría rebautizarlos como nones, por el hecho de estar en el otro extremo.

Por ejemplo, un hombre pusilánime que raramente abre la boca si no es para comer, hace que sus nones sean dones si tiene que lidiar cada día con una esposa mandona, un jefe tirano o un entorno hostil. Es cuestión de supervivencia y adaptabilidad al medio. El peligro es que con el tiempo puede convertirse en una bomba con temporizador dispuesta a explotar en cualquier momento.
En no pocas ocasiones hemos escuchado lo de las rubias guapas, pero tontas. Seguro que conocemos cabelleras trigueñas, donde se alojan infinidad de dones, con un coeficiente muy por encima de la media. Otra cosa es que lo manifiesten por aquello de resultar más cercanas. La inteligencia femenina suele asustar a muchos hombres cuando no se consideran a la altura de su intelecto y huyen despavoridos ya sean rubias (naturales o de bote), pelirrojas, castañas o morenas. Afortunadamente, todavía quedan algunos ejemplares de caballeros que unen valentía e inteligencia, y saben mirar más allá del color de su pelo. Quizá no se parezcan a los bomberos de calendario, pero compartir la vida con «un sinsustancia» tiene que ser terriblemente aburrido.

Ejemplos habría para aburrir. Lo cierto es que cada uno conoce sus propios dones y nones porque nos acompañan desde que fuimos capaces de reconocerlos. En más de una ocasión hemos tenido que reforzar unos y soslayar otros para no sentirnos desarmados o vulnerables en nuestra condición de imperfectos seres humanos, y porque sin ellos no seríamos nadie.
Esperanza Liñán Gálvez
En Salamanca reina un dicho: "quod natura non dat, Salmantica non praestat". Es decir el dinero no lo consigue. Y la "natura" puede ser tanto la de la mujer como la del varón.
ResponderEliminarEsperanza, la palabra don viene del latín "donum" y se puede entender como: regalo, dádiva, presente; un bien natural o sobrenatural que se recibe de Dios; gracia especial o habilidad para hacer algo... Pues, Nena, yo creo que tú tienes el don de sacarle lo más sabroso a cualquier palabra o concepto que te viene a la mente. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Esperanza, la palabra don viene del latín "donum" y se puede entender como: regalo, dádiva, presente; un bien natural o sobrenatural que se recibe de Dios; gracia especial o habilidad para hacer algo... Pues, Nena, yo creo que tú tienes el don de sacarle lo más sabroso a cualquier palabra o concepto que te viene a la mente. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias Tomás por esa ilustración que destila cada uno de tus comentarios, siempre aprendo de ellos.
ResponderEliminarMaruja, lo de Nena me ha gustado un montón... y no creas que es tan rápido como lo que viene a la mente, hay que pulirlo mucho antes de que vea la luz. Un abrazo y mil gracias por tus cariñosas palabras.