El pasado fin de semana fui a una tienda de congelados a comprar langostinos para hacer una paella. Cuando la dependienta fue a despacharme, otra clienta le preguntó si los langostinos que me estaba poniendo eran los mismos que la caja que ella se llevaba. Ante su afirmación, la clienta dijo mirándome:
-Yo se los compro para mis gatos.
Al oír estas palabras me sentí comparada con uno de sus gatos y, aunque me entraron ganas de sacarle las uñas y maullarle, reprimí mis instintos y sólo moví la cabeza dubitativamente.

PARA RELAMERSE: el mejor menú para tu gato esterilizado.
Cogí la revista, comencé a ojearla y me la llevé a casa para leerla con detenimiento. Al hacerlo, me pareció digna de un estudio sociológico.
En el sumario interior resalta que las últimas tendencias en animales de compañía son los “perros de bolsillo”, que se adaptan al ritmo de vida actual. En un apartado de moda anuncia la “ropita de invierno”, con una pasarela otoño-invierno, para mascotas de lo más mona. En el de confort, camitas, cestitas y los bolsos “Transportín” para llevarlas de un lugar a otro y, en el de educación incita ¡A jugar! con los juegos perfectos para gatos.

Para los gatos publicita las cunitas SUEÑOS MULLIDOS de tejidos antihumedad, antibacterianos, y otros antis más, para sus juegos ratoncillos de peluche, plumeros, bolas, etc; y para la salud de los castrados, los mejores menús bajos en calorías.
Confieso que desde hace tiempo no estoy al día en cuestión de animales domésticos y, quizás por ello, me sorprendió esa publicidad que los trata como juguetes(a veces abandonados en cualquier lugar cuando sus dueños se cansan de ellos) o como a niños mimados. El contenido del folleto me pareció desproporcionado en cualquier momento, y más en el actual, y se me vino a la mente el contacto que tuve en mi niñez con estos animales.
En casa no teníamos ninguno, pero en la de mi abuela paterna había una perra que guardaba el huerto, el corral y la vivienda. Morena era su nombre y se alimentaba de huesos y del sobrante de la comida. Era buena e inteligente, salía cuando quería y se quedaba a dormir en el corral. La queríamos mucho, era muy vieja y cuando se murió todos la lloramos. También había un gato gris que ronroneaba por el patio y la casa. Si mi abuela lo cogía afilándose las uñas en las patas de la mesa de la cocina, lo espantaba con la escoba, y él desobedeciéndola, volvía a repetir su acción cada vez que ella se descuidaba.

A mí me parecía cruel y, quizás se lo parezca a muchas personas, pero la regulación de la abuela, en aquel tiempo, era la opción menos mala para los habitantes de la casa y para los gatos.
Ahora que la gente, porque le gusten los animales, por su soledad, por moda, o por lo que sea tiene en su piso perros, gatos o cualquier animalejo exótico y, quien no los tiene es un bicho raro, comparo la forma de vida que tenían estos animales domésticos en los años de mi niñez con la de la actualidad y es totalmente distinta.
Pienso que a pesar de los langostinos, los menús esterilizados, las camitas, los juguetes y los modelitos que puedan comprarles sus dueños, los animales han salido perdiendo. Ya no viven en un hábitat en contacto con la naturaleza, ya ni son guardianes ni cazadores, y al estar encerrados, se pierden el goce de la libertad. Muchos, al estar castrados como eunucos, se pierden también el de la sexualidad.
Amalia Díaz
4 de enero de 2013
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